martes, 11 de mayo de 2010

Vértigo

Las rayas de la habitación parecen congregarse en mí, dos pasos más al frente y las rayas me siguen, se tambalean conmigo. Como si fuese parte de una composición renacentista, soy el centro del enorme triángulo que le dice a la gente qué debe mirar, soy un limpiador de pocetas en medio del baño, soy un centro de atención.

Pero son todas estas rayas las que no me dejan pensar, estas rayas que se desprenden de mí hacia todas las direcciones me hacen caer en un estado de pesadez absoluta, de existencia en rascacielos. Nunca había pasado tanto tiempo en este estado de incertidumbre, en esta naturaleza en la que todo cae a mi alrededor y yo no caigo por mero capricho de mi cuerpo, porque todo cae y nada prevalece mientras yo me agarro a las líneas que proyecto.

Son las 4 de la tarde y crece en mí esta sensación de rascacielos tambaleante. Todo lo demás es tan pequeño y tan frágil que yo me siento parte del caos, soy una pieza enorme en un tablero de ajedrez a 45° y las líneas no son suficientes para aguantarme. Pero no existe una salida a ser un punto de fuga, no existe tal cosa como una cura al sentimiento inacabable del todo cayendo siempre en cada momento en un bucle infinito y yo no puedo, me agarro, me pierdo, me tambaleo. Y es...es...es...la insoportable levedad de los pies, del soporte universal siendo constancia en un mundo que se quiebra en sucesiones infinitas del mismo momento. Caigo hacia un mundo que cae hacia el universo.

Me siento más cerca del suelo, abro las piernas y veo hacia los lados mientras los instantes de caos se cristalizan ante mí y el presente sucede detrás de los cristales. No pue---sin querer caigo sobre mí y el mundo no para de proyectarse sobre mi figura. Sentada mi cara sobre el duro asfalto consigo entender que soy parte de un universo en espiral que desciende poco a poco mientras gira hacia arriba, y el caer no es tan fuerte como el vivir cayendo, y las sienes rotas son parte inseparable de la existencia pesada que corresponde al saberse materia y gravedad y volumen.

Y abro los ojos cuando un plato suena sobre mi mesa.

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